HOGUERA SANTA EN EL MONTE SINAÍ

La Hoguera Santa del Monte Sinaí es para quien está dispuesto a todo por una respuesta de Dios. Usted no necesita merecer para recibir lo que quiere y sí presentar su clamor de fe y su sacrificio verdadero delante de Dios. El tamaño de su sacrificio, demuestra el tamaño de su fe.



Moisés cuidaba de su pequeño rebaño, pero entendiendo que Dios quería mostrarle algo mucho mayor y porque tenía un sueño, él se desprendió de su pequeño rebaño y subió al Monte Sinaí para ver aquella gran visión y Dios le dio toda una nación para cuidar.

Las cosas más grandes que usted pretende alcanzar en su vida están en el Monte Sinaí. Despréndase de todo, crea en las promesas de Dios y suba por la fe. Usted escribirá su petición, expresando para Dios el sueño que quiere realizar y su sacrificio será proporcional a la conquista que desea; será su sacrificio por la realización de su sueño.

El pastor no puede influenciar a nadie en su sacrificio, es Dios quien lo pide. Oiga la voz de Dios y sacrifique lo que Dios quiere y Él hará que su sueño se realice. Cuando sacrificamos el fuego de Dios se enciende dentro de nosotros.

¿Por cuantos años usted viene diciendo que cree en Dios y su vida continúa igual o peor? Este es el momento de demostrar la fe que usted dice tener en el Dios Vivo. Nadie debe sentir miedo al momento de presentar su Verdadero Sacrificio, pues el valor de aquello que recibiremos de Dios es muchísimo mayor de lo que damos.

El Sacrificio duele, no es fácil, hace falta, pero es el camino que garantiza la victoria.
Crea que así como todo fue hecho por la Palabra de Dios, así tambien todo se hará nuevo en su vida; basta que usted crea y que se lanze con fe de cuerpo, alma y espíritu.
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EL ALTAR NO ABSORVE, EL ALTAR MULTIPLICA

Hay quien tiene fe para vivir una vida de compromiso con Dios.
Esa fe exige sacrificios espirituales tales como:

Perdonar a quien nos ofende, pagar el mal con el bien, ser fiel a Dios en todo, ser fiel a su cónyuge, ser fiel a su patrón, pagar el diezmo, hablar la verdad aun cuando aparentemente seremos perjudicados, es decir, hablar de Jesús aún cuando sabemos que muchos nos insultarán y nos dirán muchas barbaridades; renunciar a la voluntad de la carne, orar, ayunar, escudriñar la Palabra de Dios todos los días, no faltar nunca en los cultos de miércoles y domingo, alabar a Dios y llenarse con el Espíritu Santo, asistir a las vigilias, etc.

Estos son sacrificios espirituales que hacemos porque queremos vivir en compromiso con Dios, pues quien está en la Iglesia y no cumple con eso, es sólo un turista de la Iglesia y no es de la familia de la Fe.

La mayoría de las personas que permanecen en la Iglesia, se quedan porque quieren un compromiso con Dios y naturalmente ofrecen a Dios sacrificios espirituales y reciben así también las bendiciones espirituales tales como: el perdón de sus pecados, un buen carácter, incluso son bautizados con el Espíritu Santo, nacen de nuevo y pasan a tener una nueva personalidad muy semejante a la del Señor Jesús.

Pero también existen aquellos que tienen fe para alcanzar y conquistar las grandezas de Dios.

Hagamos un breve recordatorio, ¿en el tiempo de Moisés había alguien más importante que él? Claro que no, pues la vida de Moisés mostraba la grandeza de Dios, ¿en el tiempo de Josué hubo alguien más importante que él? No, él también reflejaba la grandeza de Dios, y lo mismo sucedió en el tiempo de David y de otros héroes de la fe porque Dios siempre mostró Su grandeza en la vida de Sus siervos. Vea las siguientes referencias:

“Era Abrahán ya viejo y bien avanzado en años y el Señor había bendecido Abrahán en todo” Génesis 24.

“El varón se enriqueció y fue prosperado, se engrandeció hasta hacerse muy poderoso” Génesis 26:13.

“Y se enriqueció el varón de gran manera y tuvo muchas ovejas, siervas, siervos, empleados, camellos y asnos” Génesis 30:43.

Hoy en día Dios está buscando personas a quienes Él pueda enriquecer con cosas materiales, pues Él tiene el poder para darle a usted esa victoria. Y ya que Dios no cambió, así como en el pasado Él quiere engrandecer a muchos y justamente por eso iremos al Monte Sinaí.

Cuando usted se vuelva aquella persona en la que Dios desea transformarla, entonces todos verán la grandeza de Dios en su vida.

La fe que vuelve palpable nuestros sueños de cosas grandes exige el sacrificio material tal como:

Poner en el altar aquello que uno no podía dar, otras veces algo que estábamos ahorrando porque teníamos planes para ello; en ocasiones nos deshacemos de algo de valor, otras veces aun sin tener nada uno se las ingenia y se pone a vender o a trabajar en algo fuera de su rutina para conseguir un verdadero sacrificio para Dios.

Sea la fe para vivir un compromiso con Dios o sea la fe para conquistar las grandezas de Dios, ambas exigen el sacrificio. El sacrificio nos hace “subir a Dios”.

Cuando usted sacrifica, usted llega cerca de Dios, es iluminado por Él y pasa a transformarse en aquella zarza del desierto (llena de fuego, brillante) y entonces lo que antes era imposible pasa a ser posible.

Dios es sobrenatural y Él hará algo sobrenatural para aquel cuyo sacrificio es verdadero. Dios en el Monte Sinaí dijo a Moisés:

He visto, he oído y he descendido… Éxodo 3:7 y 8. Es decir, mientras Dios veía y oía, el pueblo seguía en la misma situación de esclavitud, fue necesario que Dios descendiera y al descender la esclavitud se acabó.

Hoy vemos los testimonios y oímos las promesas divinas, pero es necesario que subamos para que alcancemos las grandezas de Dios.

Descender fue la actitud de Dios, subir será nuestra actitud.

No tenga miedo de sacrificar, ¡el altar no absorbe. el altar multiplica!

 
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Los dos juramentos

Dios hizo dos juramentos: uno para bendiciones y otro para maldición. El de las bendiciones fue dirigido a los de la fe constante; el juramento de maldición fue para los de la fe inconstante.

Y aquí está la gran diferencia entre cristianos y “cristianos”. Los que realmente creen, mantienen su creencia, cueste lo que costare. No importan las luchas y desafíos enfrentados en los desiertos de la vida. Hay una convicción íntima de victoria que los hace perseverar hasta el fin. En las cartas apocalípticas el Señor enfatiza la perseverancia como condición de la victoria.

Pero, para los “cristianos” de fe inconstante, por ejemplo la de los hijos rebeldes de Israel en el desierto, nada les queda sino recoger los frutos de la ira de Dios.

“… juré en mi ira: No entrarán en mi reposo” (Hebreos 3:11).